miércoles, 5 de agosto de 2009

Una experiencia distinta… H1N1 en Paraguay…

Después del primer comentario que compartí, no quiero dejar pasar la experiencia que me tocó vivir en estas dos semanas que pasé en una ciudad muy cercana a Asunción, se llama Villeta.

El primer impacto que tuve fue al bajar del ómnibus y encontrarme con la mayoría de la gente usando barbijo, y me dije a mí misma: Wow! ¿Qué está pasando aquí? ¿Está tan mal la situación o es tal el pánico de la gente en este lugar?

Después de viajar un poco más hasta llegar a la ciudad de Villeta, donde pasaría las dos semanas, me puse a charlar con varias personas del lugar (profesionales, vecinos del lugar, comerciantes, etc) preguntando acerca de la situación de la gripe A, y me encontré con dos realidades que realmente me sorprendieron: por un lado, la tranquilidad (y hasta con un cierto aire de resignación) de la gente expresada en frases como: “Ya pasamos por el dengue, por la fiebre amarilla, esta es una más… todo pasa… habrá que cuidarse lo mejor que se pueda”, pero por otro lado también me topé con la triste realidad de la gente más carenciada no sabiendo a quién recurrir porque decían que la medicación para la gripe H1N1 no se distribuía gratuitamente y que salía muy caro, que sólo estaba disponible para los que contaban con obras sociales. Entonces, decían, “recurriremos a la medicina alternativa de nuestros antepasados (hierbas medicinales, bien se sabe que los guaraníes fueron los que más desarrollaron los distintos descubrimientos del carácter curativo de las hierbas) y trataremos de sobrevivir…”, expresiones que taladraban mi interior por la impotencia que sentía… Y al seguir conversando con ellos podía notar cómo la idiosincrasia misma de esa cultura los hace fuertes y solidarios para con los que más necesitan (ya casi nadie iba a los hospitales porque sabían que no iban a tener la medicación necesaria y se las ingeniaban para ayudar al vecino que caía con gripe o con cualquier tipo de enfermedad de las vías respiratorias). Esto fue en la primer semana, situación que cambió ante la protesta de varios sectores, entre ellos la de los aborígenes que pedían no sólo ya por sus tierras sino también por sus hijos que se morían… Ante esta situación fue más evidente la movilización de varios sectores gubernamentales y la situación fue cambiando positivamente.

Lo que rescato de positivo fue la información suficiente que se dio a través de los medios de comunicación social, voluntarios que salían a repartir panfletos con las indicaciones para la prevención, voluntarios que salían casa por casa para poner la vacuna antigripal, el acompañamiento desde el Ministerio de Educación con la elaboración a nivel nacional de materiales para que los alumnos trabajen en sus hogares… eso creó una especie de merma del pánico inicial y las tensiones se fueron calmando.

De todos modos, cabe preguntarse aún, es ese contexto, ¿hasta qué punto el hecho de decir “es otra más…” no era una forma de presentar una resistencia a la nueva situación? De hecho, en muchos lugares los profesionales médicos presentaban su preocupación ante el escepticismo de la gente en cuanto al cuidado necesario o ante el hecho de dejarse estar y después de varios días recién presentarse al centro médico, cuando ya se presentaban casos muy graves. Pude observar, sin embargo, que los miedos básicos de los que hablamos, sea en un contexto cultural o en otro, se manifiestan inevitablemente y es fundamental lo que decía en el comentario anterior: encontrarse en primer lugar con los propios miedos y moderarlos, encontrarse con la gente y escucharlos, ser prudentes en las palabras empleadas en el acompañamiento en estas situaciones críticas ( y para eso estar bien informados no sólo de la enfermedad sino también de las reacciones propias de las personas de tal o cual ámbito cultural o social); en este tiempo me encontré con el gran antídoto de cualquier enfermedad: “ser escuchados” y “escuchar a los distintos sectores” para ver qué es lo más conveniente para cada contexto. Es verdad que es grande el desafío, pero se empieza por “pequeños grupos” y cuando uno se da cuenta la influencia de estos pequeños grupos llega, de una u otra manera, pero llega.

Alejandra Torales (1º año intensivo)

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