martes, 18 de agosto de 2009

Cristian

Me dicen “Popis” todos los de mi familia, yo tenía como 28 años y todavía me decían Popis. Un señor amigo de la familia me regaló un osito de nombre Popis. Tengo otros sobrenombres que no puedo decir: en la primaria asociado con el apellido Solas... le dije a mi papá “cambiame el apellido”. No era un chiste, no quería ir al colegio. Después de grande siempre tuve el pelo largo a la cintura y me decían “Peluca” y después, ahora a los 16 fui transitando lo religioso, me llaman “Padre Amor” y mis amigos “Gorilón”.

A los 7 años ví “La noche de los lápices”. Me anoté en la secundaria, siempre quise ser docente. Yo; siendo de la Cava, y estoy dando clases… Fui canalizando de querer ayudar. Mi rol era muy loco, nadie me adjudicó nada: yo cuidaba a mis hermanos, a los grandes y a los chicos.

(De las muchas personas que fue Cristian acá solo aparecen algunas. Fue docente en la Cava y en el St. John's. Como Pichon, era un hombre de muchos mundos. Desde uno de sus mundos, el de sus compañeros de grupo de primer año de Psicología Social, acá lo recordamos. Si quieren, pueden dejar un comentario debajo).

miércoles, 5 de agosto de 2009

EN ESTOS DÍAS DE EMERGENCIA SANITARIA (Tigre)

Por Alejandra Torales 1er. Año
Mi experiencia personal ante esta crisis generada para la Gripe A, en estos días de emergencia sanitaria, tuvo que pasar necesariamente por procesos de ajuste y reajuste personal. ¿Por qué digo esto? Porque tuve que ir haciendo procesos en los que -teniendo en cuenta el material “Diez propuestas para navegar situaciones críticas”, elaborada por el Equipo de Investigación Psicosocial Lipán, presente en el blog de primer año- tuve que tener en cuenta en primer lugar aspectos tales como:

Moderar la onda de pánico en mí misma, porque las fuentes de información (TV, Radio, Internet) fueron abundantes, sin embargo no claras, es más, bastante confusas a mi parecer (que se viene el pico en estas semanas, que ya pasó el pico, o sea… ¿a quién escuchar?) Llegó un momento en el que yo misma no sabía qué pensar de la situación y me encontré ante y con el pánico en mí misma. Es por esto que, hablando con los colegas de la institución (que también se encontraban en una situación semejante a la mía) y consultando a algunos profesionales médicos, pudimos aclarar varios aspectos en relación a esta enfermedad y en relación a las medidas preventivas, sin caer en pánico.

Esto de cuidar los Propios Nidos fue un aspecto muy importante para mí, y en este sentido, el hecho de reunirnos periódicamente con el grupo de estudio para preparar la reelaboración o el seguir reuniéndome con los más cercanos a mi entorno, favoreció la baja de la “exterofobia“ diría yo, porque se sentía eso de que “en la puerta de tu casa ya puede estar el virus esperándote al acecho”.

Esto y otros aspectos llevan a la conclusión de que si queremos acompañar a los demás en situaciones críticas, debemos “acompasar” en primer lugar nuestras propias emociones y sentimientos, nuestros propios miedos. Luego de encontrarnos y dialogar un poco con ellos podremos salir al encuentro del miedo de los demás y “navegar” con ellos, de lo contrario, es posible que nos ahoguemos juntos.

Concretamente hablando sobre situaciones críticas puedo hablar de algunas que me tocó vivir:

La concientización en el Colegio donde trabajo, entre docentes y alumnos, que incluía: escuchar en primer lugar los comentarios de los alumnos, sus miedos; y desde allí interiorizarnos con ellos sobre las medidas preventivas en la institución, en los hogares y en la calle. La invitación a moderar el miedo una vez que se concreten las precauciones pertinentes.
La escucha paciente a los padres, más asustados aún que los alumnos, que se acercaban a la institución queriendo retirar ya a los hijos, antes de la hora de salida. Digo paciente, porque al haber mucha confusión ellos manifestaban su enojo a las autoridades del colegio diciéndonos que no estábamos diciendo la verdad, que negábamos casos concretos de gripe existente el colegio, situación de la cual no estábamos enterados ni siquiera nosotros, y que, cuando se manifestaron supuestos casos, ahí sí se tomaron las medidas preventivas. Con algunos fue posible hacer un camino de superación del pánico ante la gripe, y con otros no fue viable por el nivel de ansiedad y miedo que bloqueaba el diálogo y directamente procedían a retirar a sus hijos de la institución.
Ante situaciones concretas de confirmación de gripe A, me tocó acompañar a algunas familias, manteniéndonos en contacto por teléfono o vía internet, escuchando, sobre todo, la experiencia que estaban viviendo: el sentirse marginados por su entorno como si fueran una bomba nuclear activada; creo que eso dolió más que la misma gripe, porque con el tratamiento y aislamiento correspondiente salieron adelante en unos días. Y, en esta escucha, tratando de orientar la mirada también hacia los aspectos positivos: el haber podido detectar enseguida la enfermedad y tener la situación bajo control, aprovechar el tiempo en familia que no lo podían tener por el trabajo, etc. Es más, apenas se recuperó una persona conocida ya se integró a la actividad que teníamos proyectada; aquí me tocó de nuevo escuchar su experiencia de sentirse parte viva y no “peligrosa”, decía ella, de la sociedad.
Ante estas situaciones críticas nuevas y por ello desconocidas para mí, lo más importante fue dar señales de estar presente, de alguna manera, para escucharlos y demostrar lo significativas que son para su entorno y para mí. En primer lugar, navegar en nuestros propios miedos, luego, con los demás, navegar con sus miedos, ante los cuales nos van surgiendo otros miedos que debemos ir aprendiendo a moderar, porque, también en las situaciones críticas aprendemos y crecemos juntos.-

Una experiencia distinta… H1N1 en Paraguay…

Después del primer comentario que compartí, no quiero dejar pasar la experiencia que me tocó vivir en estas dos semanas que pasé en una ciudad muy cercana a Asunción, se llama Villeta.

El primer impacto que tuve fue al bajar del ómnibus y encontrarme con la mayoría de la gente usando barbijo, y me dije a mí misma: Wow! ¿Qué está pasando aquí? ¿Está tan mal la situación o es tal el pánico de la gente en este lugar?

Después de viajar un poco más hasta llegar a la ciudad de Villeta, donde pasaría las dos semanas, me puse a charlar con varias personas del lugar (profesionales, vecinos del lugar, comerciantes, etc) preguntando acerca de la situación de la gripe A, y me encontré con dos realidades que realmente me sorprendieron: por un lado, la tranquilidad (y hasta con un cierto aire de resignación) de la gente expresada en frases como: “Ya pasamos por el dengue, por la fiebre amarilla, esta es una más… todo pasa… habrá que cuidarse lo mejor que se pueda”, pero por otro lado también me topé con la triste realidad de la gente más carenciada no sabiendo a quién recurrir porque decían que la medicación para la gripe H1N1 no se distribuía gratuitamente y que salía muy caro, que sólo estaba disponible para los que contaban con obras sociales. Entonces, decían, “recurriremos a la medicina alternativa de nuestros antepasados (hierbas medicinales, bien se sabe que los guaraníes fueron los que más desarrollaron los distintos descubrimientos del carácter curativo de las hierbas) y trataremos de sobrevivir…”, expresiones que taladraban mi interior por la impotencia que sentía… Y al seguir conversando con ellos podía notar cómo la idiosincrasia misma de esa cultura los hace fuertes y solidarios para con los que más necesitan (ya casi nadie iba a los hospitales porque sabían que no iban a tener la medicación necesaria y se las ingeniaban para ayudar al vecino que caía con gripe o con cualquier tipo de enfermedad de las vías respiratorias). Esto fue en la primer semana, situación que cambió ante la protesta de varios sectores, entre ellos la de los aborígenes que pedían no sólo ya por sus tierras sino también por sus hijos que se morían… Ante esta situación fue más evidente la movilización de varios sectores gubernamentales y la situación fue cambiando positivamente.

Lo que rescato de positivo fue la información suficiente que se dio a través de los medios de comunicación social, voluntarios que salían a repartir panfletos con las indicaciones para la prevención, voluntarios que salían casa por casa para poner la vacuna antigripal, el acompañamiento desde el Ministerio de Educación con la elaboración a nivel nacional de materiales para que los alumnos trabajen en sus hogares… eso creó una especie de merma del pánico inicial y las tensiones se fueron calmando.

De todos modos, cabe preguntarse aún, es ese contexto, ¿hasta qué punto el hecho de decir “es otra más…” no era una forma de presentar una resistencia a la nueva situación? De hecho, en muchos lugares los profesionales médicos presentaban su preocupación ante el escepticismo de la gente en cuanto al cuidado necesario o ante el hecho de dejarse estar y después de varios días recién presentarse al centro médico, cuando ya se presentaban casos muy graves. Pude observar, sin embargo, que los miedos básicos de los que hablamos, sea en un contexto cultural o en otro, se manifiestan inevitablemente y es fundamental lo que decía en el comentario anterior: encontrarse en primer lugar con los propios miedos y moderarlos, encontrarse con la gente y escucharlos, ser prudentes en las palabras empleadas en el acompañamiento en estas situaciones críticas ( y para eso estar bien informados no sólo de la enfermedad sino también de las reacciones propias de las personas de tal o cual ámbito cultural o social); en este tiempo me encontré con el gran antídoto de cualquier enfermedad: “ser escuchados” y “escuchar a los distintos sectores” para ver qué es lo más conveniente para cada contexto. Es verdad que es grande el desafío, pero se empieza por “pequeños grupos” y cuando uno se da cuenta la influencia de estos pequeños grupos llega, de una u otra manera, pero llega.

Alejandra Torales (1º año intensivo)